Mary no
estaba tranquila, pero lo disimulaba muy bien. Sus ojos brillaban, mientras
miraba atentamente a su alrededor, con algo de inquietud. Algunos de sus
compañeros tenían el mismo brillo en sus ojos.
Riendo por
momentos, y con algo de recelo, permitió sin demasiados problemas que la
sujetaran con aquellos correajes tan extraños que no había visto nunca. Miró a
sus familiares, que aún estaban cerca, y no pudo ver en ellos cara de
preocupación. Quizá un poco en la mirada de su hermano pequeño. Prefirió no
darle importancia, por ahora.
A la voz del
encargado, dos individuos con extraños trajes, la tomaron en volandas, para
situarla en su sitio.
Jovialmente,
y con gran sonrisa, comprobó que no era la única.
Se había
formado una fila, donde todos iban sujetos de la misma forma, y portados por
aquellos tipos tan extraños, con sus trajes tan raros.
Primero los
sentaron a todos, y después los inmovilizaron en una especie de asientos como
los de los dentistas, usando para ello los correajes que les habían colocado.
Era como un
ritual, los asientos estaban perfectamente alineados, y las luces parpadeaban
con un ritmo repetitivo, a la vez que aquellos sonidos extraños, que no se
sabía si eran producidos por trompetas de ángeles, o trombones del demonio.
Algunos, incluso, trataron de canturrear lo que estaban oyendo. En aquel
momento, Mary se temió lo peor. Ya no sonreía.
Todos se
quedaron mudos de la impresión, cuando de pronto, aquello empezó a moverse, cada
vez más rápido, y más y más. El sonido se convirtió en una especie de vibración
que les hacía estremecer, y la velocidad les paralizaba los músculos y nos
dejaba ver con claridad. Mary llegó a pensar que estaban alcanzando la
velocidad de la luz.
Chillaban y
gritaban, al unísono, con cada sacudida, y al cabo de unos minutos ya no tenían
conciencia de donde estaban. Posiblemente, todos pensaron lo mismo, al mismo
tiempo, que de allí no saldrían con vida, que habían sido seleccionados para
ser eliminados. A lo lejos se veían las estrellas, las galaxias, las nebulosas,
y al fondo, mucho más allá, la oscuridad, la nada.
A la voz del
encargado, bajando la velocidad de forma gradual, la atracción se detuvo, a los
tres minutos justos, para albergar nuevos clientes. Mary y sus compañeros
salieron en fila, les quitaron las protecciones, y fueron a la zona donde
esperan los familiares para recogerlos. Algunos todavía tenían el miedo
dibujado en su cara. Los familiares, reían y comentaban lo bien que se lo
habían pasado sus niños en aquella nueva atracción, tan machacadamente
anunciada en algunos medios. Y Mary, después de observar la mirada, aún
perdida, de algunos de sus compañeros, pensó…- qué pardillos somos, no sé por
qué nos preocupamos tanto, si nunca pasa nada.
Conforme avanzaba la lectura, empecé a recordar y por alguna extraña razón, hilar con tu relato los juegos mecánicos, uno en específico que me subí cuando era adolescente, no me subían en voladas, iba por propio pie, nos situábamos de pie alrededor de un círculo, éste empezaba a virar y al hacerlo, el piso bajaba o las paredes subían, nunca supe y quedabas suspendido, luego se emparejaba y algunos quedaron de rodillas, otros en pie, las vueltas eran muy veloces, me parece que fue la última vez que me subí a alguno.
ResponderEliminarInteresante relato
Hola Camila.
ResponderEliminarGracias por asomar aquí.
Este relato es un cuento personalizado, y me alegro que te haya llamado la atención, incluso sin saber a quien va dirigido.
Quizá en cualquier momento te puedo dar más detalles.
Un abrazo.